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El muchacho cayó al piso al lado de su Honedge y los restos de la cámara rota. El joven musculoso le torció uno de sus brazos por detrás, poniendo una rodilla en su espalda.
-La única razón por la que no te hice nada antes era Alan, no quería que se pusiera mal. Pero yo siempre vi que eras un terrible pajero.- Lo escupió. -Todo lo que tenías que hacer era mantenerlo contento y ni para eso serviste. Sabés cómo estuvo cuando lo dejaste? Nadie le hace eso a mi mejor amigo.-
El muchacho apenas pudo soltar un gemido de dolor cuando aumentó la presión. La nieve y el silencio cubrían la calle, pero la batalla no había alertado a nadie dentro de sus casas. Domingo a la tarde en el pueblo, pleno invierno, no debería haber salido solo.
Fijó su mirada en la espada a su lado, que movía su cinto débilmente. Quiso decir algo pero no le alcanzó el aliento.
El joven rió. -Me encanta que hayas pensado que podías hacernos algo con ese escarbadientes, tan imbécil sos? No te aprendiste la tablita? Eso que vos eras el experto.-
A unos pasos, su pokemon gruñó una risa y puso sus garras sobre la espada. Se alzaba por encima de ambos, observando al muchacho con una expresión presumida.
-Sabías que los Krokorok sostienen a su presa con la mandíbula mientras dan vueltas y no paran hasta destrozarla? Para que lo tengas en cuenta.- Finalmente lo soltó y se levantó. -La próxima vez que te vea por acá te reviento... aunque tal vez deje que se encargue Fido.- Sonrió dándole una palmada a su cocodrilo. -Ah y,- lo miró una última vez, su sonrisa volviéndose más oscura, -decí que fue una accidente, sabés lo que te conviene, Yanny.- Le dio una patada en el estómago. -Si complicás más las cosas te juro que te cago matando.-
El muchacho se quedó recuperando el aire, tosiendo, hasta que el joven se perdió de vista. Al fin se pudo levantar débilmente y guardar su pokemon. El piso congelado se había manchado con la sangre cayendo de su nariz, y le había dejado el rostro entumecido, pero eso al menos ayudaba con el dolor.