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Para cuando el chico pelirrojo volvió a despertar en la cama de hospital, había alguien más en la habitación. El muchacho estaba leyendo una fotocopia a la luz de un pequeño fulgor encendido en su mano, sentado en una de las incómodas sillas de plástico junto a la ventana. A su lado había un café de máquina que ya se había enfriado hacía horas.
-Te vas a quedar ciego, boludo.- intentó decir, su voz todavía cargada de sueño y desuso.
-No te quería despertar.- Cerró el cuadernillo y se levantó para acercarse.
-No pensé que fueras a venir. Tengo entendido que solo dejan entrar a familiares?-
Se encogió de hombros. -No sería la primera vez que miento por vos.- Se sentó a los pies de la cama. -Quién más iba a venir sino?-
-Hasta ahora? Un gran total de cero.- sonrió.
El muchacho no le devolvió la sonrisa. -Me habías prometido que no ibas a terminar así.-
Esa respuesta le hizo fruncir el ceño. -... Supongo que te debo una disculpa por no hacerte caso.- Afuera el sol empezaba a salir, difuminado por unas pesadas nubes de lluvia, apenas iluminaba el lugar a través de las persianas; la única otra luz provenía de los equipos medidores. Después de incorporarse un poco entre los almohadones, aletargado por la medicación, recién notó la baja temperatura a pesar de que aún era otoño. -Sabés, no estuve en un hospital desde que te rompiste la nariz. Es un embole, pero por lo menos acá no me tengo que bancar a mi vieja.-
-Ez gwir?- pareció sorprendido. -Hubiera pensado que con...-
-No tenía ganas de acompañarla cada vez que se le iba la mano, ya suficiente con que la traía.- Hizo un gesto con su brazo sano, quitándole importancia. -Aunque tenés razón, tampoco me quedo muy atrás.-
Asintió pensativo, intentando ignorar el comentario. -Nunca me gustaron.-
-Obvio, no están llenos de fantasmas?-
-Bastantes, pero tiene más que ver con...- hizo una mueca, -la energía.-
El chico no pudo evitar reírse, el sonido débil y seco. -Sonás como Ceci.-
-Por algo era mi mejor amiga.- Sonrió un poco. -O eso decía, en esa época.-
-Los buenos tiempos...- Se quedó un momento examinando la intravenosa que tenía conectada y su expresión cayó. -Pero algunas cosas no cambian, no? Al pedo sigo esforzándome si siempre me va a salir todo para el orto. El auto es lo único que me quedaba y hasta eso arruiné.- dijo entre dientes, su voz comenzando a temblar.
-Alan...- murmuró en advertencia.
-Encima el-- el otro tipo está en terapia intensiva.- siguió igual, tragando con fuerza el nudo en su garganta. -Y no sé cómo voy a justificar la cagada que me mandé, ni cómo cubrir el arreglo de la carrocería más la multa, pero tengo que arrancar en el taller apenas me den el alta o no me van a dejar volver a casa--
-Eu, no pienses en eso ahora.- Le tomó la muñeca para que dejara de tocar la cinta que cubría la aguja, pero lo soltó en cuanto se dio cuenta del contacto, desviando la mirada.
En el silencio siguiente solo se escuchó al personal del hospital recorriendo los pasillos, el zumbido de máquinas en los cuartos contiguos, y algunas gotas golpeando contra la ventana. El monitor cardíaco enseñaba un ritmo inconstante, contando los segundos desfasados. Era sofocante.
-Siempre me arrepentí de no haberme tomado el palo con vos antes.- dijo el chico de repente. El muchacho levantó la vista confundido al reconocer un tono inusual en él, un brillo en sus ojos. -Cuando me dijiste que una vez que terminaras la cerrera, íbamos a mandar todo a la mierda y recorrer la región, ya te olvidaste? Te re habías calentado porque todos del grupo se nos cagaron de risa.-
-... Quisiera olvidarme.- Suspiró. -Nos hubiera destruído.-
-No haría mucha diferencia.-
-Capaz no para vos, para mí sí.-
-Wow, tan bien te hizo dejarme?- podría haber sido un chiste, pero la acusación era clara.
Su expresión se tornó cansada, como si lo hubiera esperado desde un principio, sus ojeras marcándose más. -De eso se trataba?-
El chico pareció avergonzarse, e intentó negar la cabeza a pesar de que el cuello ortopédico limitaba sus movimientos. -No, osea... Mirá, n-no era mi intención, pero... No sabía qué hacer cuando ni siquiera me respondiste.- se rió nervioso. -Aunque admito tampoco fue mi momento de más claridad.-
El muchacho se mantuvo callado ante eso. No podía volver a mirarlo a la cara.
-Me extraña que no te hayas dado cuenta, pensé que me conocías mejor.- agregó, tratando de levantar el ánimo que había creado.
-Demasiado,- se pasó las manos por el pelo, -no sé qué carajo hago acá.-
-Ambos sabemos perfectamente qué.- forzó una sonrisa más similar a un rictus. -Es para lo único que te sirvo, después de todo.-
-Todavía pensás eso?-
-Nunca me diste razón para cambiar de opinión.-
-Y decías que yo era el exagerado.-
-Si querés acordarte de las cosas así, allá vos.- Se recostó nuevamente. Por un momento pareció no tener interés en seguir la conversación ante el peso de la morfina, su vista desenfocada en los paneles del techo, en las manchas de humedad que se empezaban a distinguir con la luz de la madrugada. No se dio cuenta del modo que el muchacho había cerrado los puños y respiraba más tenso. -Me pregunto cuál de nosotros es más difícil de querer al final.-
-Creo que siempre estuvimos bastante empatados.- respondió con un disgusto resignado.
Se rió sin ganas esta vez. -Qué romántico, siempre fuimos tal para cual.-
-No realmente,- refutó en seguida, tomando su mochila del suelo, -éramos los cinco así.-
-Por eso nos juntábamos?-
-Para divertirnos, a nuestro modo. D'am soñj e nikun ken ne gomprenont ket se.- Sacó una pequeña radio portátil de la mochila y la puso en la mesa sin llamar atención al gesto. -Tanto joder con la ouija y mis investigaciones que hasta hicimos esas camperas de mierda, si a fin de cuentas nada más las usaban para fiestas y fogones.- Al encenderla, aunque el volumen era mínimo, ahogó el sonido de las máquinas. -En lo único que éramos expertos era para ignorar cualquier cosa que no nos gustara...- Se levantó de nuevo. -Pero todo tiene un límite.-
-Ah, no te hagas como si vos no la pasabas bien también.- se defendió, hasta que lo vio dirigirse a la puerta. -Yanny?- llamó antes de que salga. El muchacho no pudo evitar detenerse. -Perdón, n-no quise decir eso, no quiero empeorar las cosas... Por favor, quedate un rato más. No puedo seguir así.- Su tono había cambiado completamente, el cinismo reemplazado por una súplica sincera. -Pensé que Kevin era mi amigo, a pesar de todo, fue el único que jamás se fue. Y-- y bueno, sí, hacía lo que podía, honestamente me aguantó más de lo que esperaba pero... no me entendía realmente. Nadie nunca lo hizo... Excepto por vos.- Sus miradas se cruzaron. -Te--
-No me necesitás a mí.- interrumpió enfatizando la última palabra. -Ya me contó lo que pasó, y lo de la hija.-
-Preferiste hablar con él antes que conmigo?- pareció genuinamente herido ante esa idea.
El muchacho no le respondió. Sin embargo se apoyó en el marco abierto, jugando con su pulsera mientras lo consideraba. El murmullo de la radio en el fondo fue lo único que los salvó de que otro silencio se tensara entre los dos. Sus ojos se pasaron por todo el cuarto, escaneándolo, hasta que se fijaron en un espacio vacío al medio. Los entrecerró como si viera algo. Alguien.
Finalmente volteó hacia el chico y suspiró. -Marteze... Puedo convencerlo de que ayude a pagarte la fianza. Pero no me pidas más que eso.- murmuró antes de cerrar la puerta detrás, sin esperar una reacción.