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Eran principios de invierno y la nieve volvía a cubrir los alrededores del castillo como todos los años. La única persona en la zona era un muchacho que llevaba fumando ahí hace una hora a pesar del frío. Finalmente dejó caer la colilla del cigarrillo, que se apagó al contacto con el hielo, y sacó una pokeball de su bolsillo. De ella salió un Honedge.
-Hace tiempo que no nos vemos, Ehre…- Se inclinó en una rodilla frente a ella, sin prestar atención a cómo estaba mojando su pantalón. -Voy a dejar de hacer esas... incursiones. Al menos por ahora... ya no voy a necesitar tu ayuda.-
El pokemon lo miró, sin evidenciar lo que pensaba.
-Hice lo que pude... Realmente pensé que lo de Lumiose... iba a ser suficiente.- Mantuvo su mirada por unos segundos pero en seguida la bajó, intentando no frustrarse. -Supongo que hasta ahí llegaba nuestro trato. Te estoy dando la elección de ser liberada, no creo que pueda hacer mucho más por vos.-
La espada sacudió su cinto para llamar su atención y se ladeó indicando negación.
El muchacho frunció el ceño. -Entendés que no voy a usarte por un largo tiempo... Y después me voy a ir de Kalos. Segura que querés acompañarme?-
Dio un giro en su lugar.
-Ehm... bueno.- Le acercó su pokeball y ella se guardó sola.
Volvió a quedar sólo en el lugar, y entonces sí pudo sentir el frío del clima. Sin embargo, se quedó parado ahí por unos minutos más.
-Perdón.- murmuró a la nada misma.